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Familia trotamundos

Vendieron todo y viajan por el mundo en familia en un camión militar

Una familia francesa hace tres años se encuentra viajando por Latinoamérica en un camión militar 4×4 reacondicionado. Se encuentran de paso por Chubut

Un monstruoso camión militar MAN Kat 4×4, de 1978, no pasa desapercibido entre las calles de Comodoro. Muchos vecinos, sorprendidos, pasan y se sacan fotos. Algunos se preguntan qué hará semejante tanque estacionado allí. ¿Maniobras militares, alguna misión especial, ayuda internacional? Nada de eso. El camión lleva dentro a una familia viajera que vino de Francia y está compuesta por 5 integrantes: Julien Girault (38), su esposa Marie (38) y sus tres hijos, Manuel (13), Alicia (9) y Alex (6).

El enorme vehículo, alguna vez utilizado para la guerra, ya no lucha más que por los sueños de sus ocupantes y tiene una sola misión: llevarlos a todos a Alaska. La motivación que los impulsó a vender todas sus pertenencias en Francia, sus casas, sus vehículos y dejarlo todo, fue una sola, clara, como todos los motivos importantes: “Tenemos una sola vida y la queremos disfrutar al máximo”, contaron para Jornada.

Este modo de vida es el que motivó a Julien y su compañera a renunciar a sus trabajos. Él manejaba máquinas demoledoras de edificios y ella se desempeñaba como ingeniera ambiental. La decisión fue difícil, pero firme: vendieron su casa, sus autos, sacaron a sus tres hijos de la escuela, se compraron un camión militar, que reacondicionaron, y se lanzaron a recorrer el mundo.

“Salimos de Francia hace 3 años, llegamos a Uruguay, pasamos por Brasil y Paraguay, entramos a Argentina por Misiones y nos agarró la cuarentena en Córdoba. Después subimos a la Quiaca, ahora estamos a Comodoro y queremos llegar a Ushuaia, después cruzar a Chile y de ahí subir hasta Alaska. Está siendo increíble este viaje, ya recorrimos más de 12 mil kilómetros”, contó Julien en un perfecto español que aprendió a hablar, desde cero, durante el viaje.

La vida en un camión militar

Para viajar y darle forma física a su sueño, la pareja francesa compró, reacondicionaron y equipó un viejo camión militar 4×4 del ejército alemán. La unidad tiene habitaciones, baño, cocina, y hasta lavarropas. Accesorios, equipos y repuestos, todo lo necesario para sentirse como en su casa.

Expresaron para Jornada, que la tarea les llevó casi dos años. Tanto desde adentro como desde afuera, el camión llama mucho la atención. El bólido está ploteado de negro y lleva el nombre XTG family (como se los puede encontrar en las redes). Según explicaron XT es por extremo y la G por la primera inicial del apellido de la familia. Pero el camión no se convirtió solo en una casa, sino también en una escuela.

La educación en el viaje

Uno de los grandes desafíos para una familia viajera suele ser el vínculo de los más pequeños con la educación. Imposibilitados de ir a una escuela, los padres tienen que asumir ese rol pedagógico y, junto con las vivencias y la gente del camino, educar a los chicos.

Manu, Alicia y Alex tienen una educación diferente. “Le compramos todos los libros en Francia, y una hora por día tienen que estudiar. Pero lo cierto es que ya aprendieron muchas otras cosas que no aprenden en la escuela. Algunas de ellas son socializar con gente nueva, un nuevo idioma y aprender a vivir en un contexto distinto”, explicó Marie.

Y es que, según la mujer francesa, los argentinos contribuyeron mucho tanto en la educación de sus hijos como en el viaje.

“En argentina hay mucha libertad, la gente es muy amable, en Francia la gente es más fría. Para nosotros es raro, pero estamos gratamente sorprendidos”, reconoció.

Cómo financian su viaje

Mantener semejante camión, pagar el combustible y alimentar diariamente a 5 personas son solo algunos de los desafíos cotidianos de la familia francesa. Según detallaron, el viaje está financiado, en parte, por los ahorros de toda su vida, por la monetización de sus redes sociales y por su modo de vida austero.

Lo cierto es que la gente que los ve también hace su parte. La amabilidad, las invitaciones a compartir alguna comida típica y la extensión de una mano solidaria aparecen siempre que lo necesitan.

Y de estas partes parece componerse su viaje: la intensión de vivir la vida al máximo, la voluntad de hacerlo y la empatía de la gente para cristalizar esta cuerda locura.

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