Tienen entre 80 y 88 años. El mes pasado con la plata que recaudaron celebraron el de Lita.
En nuestra ciudad hay un grupo de abuelas que tiene todas las pilas. Viven en un hogar y a una de ellas se le ocurrió la idea de tejer gorros de lana. El objetivo: venderlos y usar la plata para festejar sus cumpleaños.
En “My Hogar”, calle Lade 2377 del barrio Prospero Palazzo, viven ocho mujeres y dos hombres. Las edades de los abuelos van desde los 80 a los 88 años. “Es un hogar de puertas abiertas”, explicó Alejandro, el dueño del lugar. Y agregó: “No solo reciben la visita de sus familiares, sino también va gente de las iglesias simplemente a conversar y hacerles pasar una tarde distinta”.
Gracias a lo que recaudaron por las ventas, el mes pasado festejaron el cumpleaños de Lita, una abuela oriunda de Salto, Buenos Aires, que hace dos años y medio dejó el pueblo donde vivió toda su vida para estar cerca de su familia.
“La mayoría de la lana con la tejieron fue donada. Ellas me contaron lo que querían hacer y a través de las redes sociales le pedí a la gente que nos ayude. Se acercaron muchas personas para colaborar”, detalló Alejandro.
La idea surgió durante la pandemia y se llevó a cabo a principios de este año. La mayor parte del día, esas manos arrugadas y llenas de sabiduría, toman las agujas y le dan rienda suelta a la aventura.
Los gorros no tiene un precio fijo y la gente que los compra les deja plata a voluntad. La mayoría les da $500 y vendieron los suficientes para comprar la comida y el cotillón para celebrar los 80 años de Lita.
Esta mujer tiene dos hijas, seis nietos y tres bisnietos. Durante 20 años trabajó en una empresa de cosméticos y con una dulce voz le contó a TN y La Gente que extraña su Salto natal.
“Una de mis hijas vive con su familia en Comodoro Rivadavia, y yo en Salto estaba sola. Por eso me vine para acá, para estar cerca de ellos. Están a pocas cuadras del hogar, así que me visitan muy seguido. No me acuerdo de quién fue la idea de empezar a tejer, y cuando me lo propusieron contesté que ‘yo ya había tejido mucho’. Pero por suerte cambié de idea y ahora estoy todo el día con las agujas en las manos”.
Durante la pandemia, Lita vio a su familia a través de una ventana. Extrañó los besos y los abrazos. Ahora, que desaparecieron esos dos metros de distancia que los separaban, se reunieron para cantar juntos el feliz cumpleaños.
El 3 de mayo durante el festejo hubo pizzas, empanadas, guirnaldas, una torta y velitas. Se les sumaron los aplausos y los buenos deseos. “Si bien en el hogar estoy muy bien porque me cuidan y con las chicas nos entretenemos, extraño a mi querido Salto. Allí formé mi familia y todavía no pude volver a recorrer sus calles”, se sinceró.
Lita no recuerda cuál es el próximo cumpleaños que van a festejar en el hogar. Pero sabe que tiene que seguir tejiendo gorros de lana para vender y para que las personas que lo compren se llevan en esa pequeña prenda el cariño de una abuela.