Con una vida dura en su Chile natal, llegó a los 14 años a Comodoro donde formó familia y aún trabaja. Sin conocimientos ni entrenamiento, corrió su primera carrera porque la anotó su hijo y no paró más. “Yo en mi ADN, en mi esencia, no está el rendirme ni entregarme jamás”, reflexionó Tami como le dicen sus seres queridos.

Sonia Tamara Asmut entrena dos veces por semana en las adyacencias del Natatorio Municipal, y su fortaleza atlética causa admiración en quienes alguna vez la observaron trotar.
Simplemente una mujer sencilla, autodidacta, obrera del trabajo y la vida. Supo alimentarse de las buenas personas y relaciones que tejió en sus juveniles 64 años de lucha, para amar a los suyos por siempre.
La historia de Sonia Tamara Asmut, quien llegó en octubre de 1973 a Comodoro Rivadavia, con apenas 14 años, es un ejemplo de esfuerzo, perseverancia, lucha diaria y sobre todo las ganas de vivir.
Era la época de la revolución en Chile y a pesar de su corta edad, estuvo frente al entonces presidente socialista Salvador Allende, quien fue derrocado por el Golpe Militar liderado por Augusto Pinochet. Ella estaba junto a su abuela, y al preguntar quién era Allende, el popular presidente se acercó y le tocó la cabeza para responderle a su pregunta: “yo soy Allende”, añoró Tamara.
La pequeña se crio justamente con su abuela materna en un campo de la provincia de Aisén, en la zona sur del país trasandino, y cursó hasta el sexto grado en una escuela rural, donde a diario caminaba 5 kilómetros desde su casa al colegio.
“Yo no vivía en una ciudad o un pueblo, yo vivía en el medio del campo donde hace un frío terrible, donde el agua se congela cayendo”, recordó de aquellos años de infancia. Y en ese complejo contexto sociopolítico de Chile “mi abuela me dijo: ‘te vas a ir a vivir con tu mamá a Argentina’”.
Ya en Comodoro “vivíamos en una casita muy molesta, eran dos piezas, un dormitorio y una cocina; el baño era afuera”, describió Tamara. En su adolescencia comenzó a trabajar de empleada doméstica y se casó muy joven con Oscar Lastra, un pintor de obra. Ambos vivieron 27 años en una casa que alquilaron en la calle Maipú, en la zona central, como lo definió la propia mujer rememorando esos primeros años en la ciudad petrolera.
Tuvo una hija de soltera, quien desgraciadamente murió hace 19 años por padecer una enfermedad. “Cuando me fui de la casa donde había vivido tantos años, que era de unos abuelos españoles amorosos, fue muy difícil y no pasa un día que no los recuerde. Eso que dicen que vivirás en mi corazón, es verdad, los seres que nosotros amamos y se van, se van cuando nos vamos nosotros, porque viven en nosotros”, reflexionó Tami.
Un deporte desconocido
Su hijo Federico Lastra, es profesor de educación física e instructor de natación. Por marzo de 2018, Tamara tenía 59 años cumplidos y “mi hijo me dice: ‘mamá te quiero anotar en una carrera’. Yo iba al gimnasio, corría en la cinta, hacía musculación, pero yo no había corrido nunca en mi vida y no tenía entrenamiento previo. Federico me mandó a correr 5 kilómetros: yo no sé quién fue más inconsciente, si mi hijo o yo”, contó entre risas.

En esa primera carrera de atletismo “no tenía muchas ganas de ir, pero me preparé y fui. Había miles de mujeres, se largó la carrera y yo me sentía rara corriendo en la calle. En la Catedral sentí que podía correr rápido y empecé a apurarme, quería llegar a la meta”.
Al concluir la carrera “mi marido me abrazó, estaba re emocionado. Me dieron una medalla, salude a algunos y nos vinimos a la casa”. Después “fuimos al súper y al rato mi marido me abrazó y me dijo: ‘felicitaciones, ganaste, saliste primera en tu categoría’. Mi nuera tuvo que subir a recibir el trofeo porque yo en sueños me imaginé que podía ganar”, repasó la atleta.
Al mes siguiente Tamara participó de la carrera a beneficio del Hospital Regional, donde se corrían 8 kilómetros. “Me anoté porque me había quedado gustando”, puntualizó. Ese día la mujer se quedó a la premiación y “dicen ganadora primer puesto Sonia Tamara Asmut, lo abrasé a mi esposo y me largué a llorar”.
Ella explicó que “lloré porque me pasó la película de mi vida, mi abuelo Abraham Asmut vino del Líbano, era un pobre muchacho inmigrante. Vino a la Argentina, bajó a la Patagonia, cruzó la frontera y se radicó en la parte chilena. Murió joven, no conoció a sus nietos y nunca más volvió a su país. De pronto escuchar su apellido, que lo escucharan tantas personas, a mí me conmovió. Después me armé de valor y recibió el premio”, contó la runner sin esconder sus emociones.
Con un par de carreras encima, Tamara comenzó a entrenar sola, siguió corriendo y empezó a ser conocida entre los miles de runners que existen en la ciudad. En 2019 “quedé ranqueada como una de las mejores corredoras argentinas en mi categoría, y yo no lo podía creer”, puntualizó.




Después llegó la pandemia, la mujer no podía concurrir al gimnasio e inició los entrenamientos con David Rodríguez en los alrededores del Natatorio Municipal, en el barrio Pueyrredón, donde los martes y jueves comparte el espacio público con otros runners.
En 2021 participó de un master de 10 kilómetros que “gané y quedé como campeona argentina en la categoría entre 60 y 64 años. Este año hice podio en Crónica y es la carrera más hermosa que un corredor puede correr, porque está la gente desde que uno larga hasta que uno llega, dando aliento”, ponderó la mujer.
Trabajo, amor y familia
Hace pocos días Tamara recortó a la mitad su horario laboral en el sanatorio que se desempeña como empleada, para tener más tiempo para ella y los suyos. Sin embargo, “voy a seguir entrenando, de vez en cuando voy a correr una carrera, pero no me voy a volver loca. Ya quiero tener más tiempo para estar en mi casa, para estar con mi marido, mi familia y mis perros”.

La comodorense por adopción analizó que realiza atletismo “por el placer de sentirme libre, de que estoy viva, que me estoy moviendo; que si mi hija me pudiera hablar me diría: ‘mamá estoy orgullosa de vos’”.
La familia de Tamara además se compone por otros dos hijos más como ella los llama a María Belén (22) y Nicolás (25) Castanó. “No los tuve en mi vientre, pero los tengo en mi corazón. Yo trabajé más de 20 años en la casa de los padres de ellos, y los crie desde que nacieron”, relató mientras buscaba en el living de su casa la foto que los retrata.
Por eso, ella aseguró que “el trabajo doméstico tiene eso que uno se mete en la casa de la gente y sin querer te metes en la vida de la familia. Se empiezan a establecer vínculos afectivos muy fuertes y llega un momento que esa gente es tu familia”.
Viaje a las olimpiadas de Paris
Tami junto a su hija del corazón, María Belén, quieren cumplir el sueño de viajar a los Juegos Olímpicos de París 2024. “A mí me gustan los deportes y quisiera ver el maratón. El atletismo es el rey de los deportes, es algo que desde la antigua Grecia se practica correr y el que llegaba a la meta le daban la corona de laureles, ese era el premio. Los juegos olímpicos es algo maravilloso”, expreso con real entusiasmo y conocimiento.
Ella reconoció que “yo nunca viajé porque mi vida fue desde los 14 años, trabajar para vivir, para criar a los hijos. Yo después de grande empecé a pintar, a practicar un deporte, porque antes había que trabajar. Le doy gracias a Dios que me dio fuerzas para trabajar, para hacer las cosas que estuve asignada, tuve que seguir viviendo sin una hija, pero sé que vamos a volver a estar juntas”.
La corredora confesó que “a mí si me tratan bien, no me cuesta querer a la gente. Siempre traté de hacer mi trabajo responsablemente, me siento bien siendo buena con los demás, si puedo darle algo a alguien, lo hago sin esperar nada a cambio, así soy más feliz”.
Tamara compartió un mensaje alentador en base a su experiencia de vida: “hay que tratar de estar ocupado, aunque no practiques un deporte. Tratar de tener el tiempo ocupado, limpiando tu casa, cocinado, haciendo cosas. No te quedes sentado frente a un televisor, que leas, siempre debe haber algo que a la gente le gusta”.
La vecina del barrio Isidro Quiroga concluyó que “a mí me gusta mucho estudiar, pero para adquirir conocimiento, absorber la información; me gusta la poesía. Hay que tratar de estar bien, si querés a alguien decírselo, demostrárselo. Admirar a la gente buena, las buenas cosas, copiar los buenos ejemplos. Yo aprendí los ejemplos de buenas personas, andar por la vida haciendo el bien sin hacerle mal a nadie”.
