Carina y Sebastián ensamblaron sus familias y comenzaron una travesía única. Se fundieron, volvieron a empezar y encontraron una oportunidad laboral. Cuál es la parte más difícil del viaje.
La ex Feria de los Pájaros fue un lugar muy conocido en el barrio porteño de Pompeya. Allí se vendían animales de raza, exóticos y de todo tipo. Siempre de manera ilegal, claro. Por eso fue que tiempo después lo clausuraron. Sin embargo, antes de que cierren sus puertas Carina y Sebastián conocieron a su gran compañero de vida: Atila.
En una cajita, con 40 días de vida y en muy mal estado de salud estaba él. Ellos no lo dudaron ni un segundo y lo compraron. Querían salvarlo. Y así fue. Con visitas al veterinario y mucho amor aquel pequeño perrito se convirtió en un pitbull fuerte y lleno de vitalidad.
Leé también: A los 15, pasó por un duro cáncer y decidió ser médica para abrazar a los pacientes: “Quiero devolver amor”
Ese fue apenas el puntapié de una historia que comenzaba a escribirse.
Las redes sociales y el amor
Cari y Seba se conocieron a través de redes sociales hace 12 años. Por amigos en común comenzaron a verse y al poco tiempo se pusieron en pareja. Cada uno tenía sus hijos y una vida detrás, pero el amor pudo más: ensamblaron lo que habían construido hasta el momento y lo convirtieron en algo mayor.
Juntos construyeron una vida en Pompeya. Le dedicaron días, anécdotas e historias a esa casa que habitaban. Sin embargo, un día la situación cambió. Seba veraneó durante años en Villa Gesell y no conocía otro destino que no fuera ese. A Cari siempre le gustó viajar y empezó a demostrar su inquietud.
“Con la pandemia Seba que hacía Uber se quedó sin trabajo. Yo soy artesana y no podía salir a vender. No teníamos mucha salida y le mencioné lo de empezar a viajar, algo que ya venía planteando hace tiempo, que yo venía soñando, pero por el trabajo, los hijos y las cosas de la vida uno lo pospone”, relató Carina en diálogo con TN.
Y de a poco, casi sin pensarlo, se fue haciendo realidad. Vendieron el auto y una moto y compraron a “La Dory”, una MB 180 modelo 94 para refaccionarla y convertirla en un motorhome. “El mecánico que nos la vendió dijo que le hizo el motor, pero a los 400 kilómetros se fundió y fue toda una odisea volver”, resaltó.
En ese momento el sueño comenzó a flaquear. “Dijimos acá se terminó el plan, pero la realidad es que ya habíamos tomado envión y no podíamos volver atrás así que vendimos todo lo que nos quedaba en la casa, porque al fin y al cabo ahora íbamos a vivir en la camioneta”, detalló.
Con esa plata pudieron arreglar el motor. Se demoraron seis meses en salir nuevamente y emprendieron rumbo a Ushuaia. “Lo tuvimos presente a Atila en todo el proyecto y por eso decidimos que el nombre de nuestro emprendimiento iba a ser Un pitbull por el mundo”, explicó Carina.
Así arrancó el viaje y desde entonces ambos se dedicaron a hacer artesanías para generar ingresos. “Salimos con cosas hechas, material para reponer y paramos en todos lados. Hicimos Ushuaia, Neuquén, Córdoba, todo el sur por la Ruta 40″, precisó la mujer.
Y en el camino, además de descubrir nuevos destinos y paisajes, se encontraron con un emprendimiento inesperado. “Nos propusieron armar motorhomes como armamos el nuestro”, contó. “Nosotros, como todo lo que hacemos, lo hacemos de manera artesanal y somos solo los dos en cada cosa de principio a fin”, sumó.
Hace poco terminaron de armar uno y en breve viajan a Jujuy donde los espera otra camioneta para comenzar con la transformación. “Hoy nos dedicamos a esto que se convirtió en una ayuda extra y encima nos encanta”, resaltó Carina.
Los consejos para viajar, la economía y los momentos difíciles
A pesar de que hoy este emprendimiento representa un ingreso importante, remarcaron: “Nunca vivimos mal, jamás en algún lugar no vendimos. La gente se acerca y te compra para que puedas seguir viaje, hay hasta quienes te dejan plata sin llevarse nada”, reveló.
“Trabajamos muchísimo, a veces son las 21 y seguimos parados vendiendo. Uno trabaja más, pero es con otro amor, con otras ganas y si vendiste todo tenés que reponer para el otro día”, destacó.
Pero como no todo es color de rosas, la pareja también contó cuáles son las desventajas de la travesía. “El viaje es muy solitario. Dejas atrás a la familia, volvés cada tanto, pasan cosas importantes, fiestas, cumpleaños y vos no estás. Vaciar una casa no es fácil, lo que vos armas en una vida no es simple de abandonar, pero son decisiones que hay que tomar”.
Sin embargo, pese a las dificultades, el cansancio y el esfuerzo, Carina destacó: “Es nuestro sueño y gracias a esto pudimos conocer lugares soñados donde el turista común no llega nunca” y adelantó cuáles serán sus próximos destinos: “Siempre hicimos el sur, desde que salimos habremos hecho 30.000 kilómetros, ahora nos tenemos que ir al norte. Primero vamos a hacer toda La Costa y después arrancamos para Jujuy”.
Atila, el buen pitbull
Sin dudas, para la pareja uno de los mayores desafíos fue llegar a los distintos pueblos y ciudades con un perro de raza pitbull. “Buscamos que la gente deje de tenerles tanto miedo. Las personas no somos todas ni asesinas ni ladronas, hay gente y gente. Con ellos pasa igual: hay perros y perros”, remarcó.
“Atila es muy mimoso, le encanta que la gente lo toque. Cuando llegamos a un lugar nos preguntan por él para conocerlo, es una estrella”, sostuvo entre risas su dueña.
Pero, a pesar de eso, hubo lugares donde no fueron bien recibidos con el perro. “Nos pasó de llegar a Río Gallegos justo cuando un pitbull mató a una nena y fue difícil, pero cuando vinieron a hacernos una nota todos se enamoraron de él”, explicó.
“Otra situación fea vivimos en Bariloche cuando una mujer quiso que nos echaran por el perro. Mucha gente había ido a verlo y como veían que era tan bueno nos defendieron”, sumó. “Atila es un personaje, le decís que se siente para sacarse una foto y lo hace. A él lo compramos en la Feria de los Pájaros muy enfermo, la veterinaria me dijo que estaba muy débil y desde ahí es nuestro bebé, si yo estoy enferma él no se baja ni a tomar agua por estar conmigo”.
Es por eso que ante la estigmatización de la raza y los trágicos casos en los que se ven envueltos estos animales, sumó: “El dueño es siempre el responsable del animal. Nosotros sabemos que es un pitbull y que quizás un día se levantó atravesado y no quiere que lo molesten. Por eso nunca lo sacamos solo, siempre con correa. Si una criatura se le acerca le decimos que estén atentos, que lo toquen de cierta manera, pero siempre nosotros tenemos cuidado porque detrás de un ataque hay un adulto responsable”, sumó.
Con respecto al viaje, Cari contó que van parando cada cierto tiempo para que el perrito pueda estirarse, hacer sus necesidades y pasear. “Tenía menos de 7 años cuando lo sacamos de casa y le dijimos vamos a recorrer el mundo, también tenemos que respetarlo a él”, agregó.
Además, señaló que al llegar a un lugar suele portarse bien, que baja algunos minutos y después se hace un bollito para dormir mientras sus papás venden… excepto cuando el destino tiene un detalle particular: “El agua le encanta así que si ve que se puede meter se baja y juega. Se ha metido hasta en lagos escarchados”, recordó Carina entre risas.
Así, de una cajita en una feria ilegal, Atila pasó a ser el pitbull que recorre el país, que combate la estigmatización de la raza y que todos aman en las redes.