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jueves, noviembre 21, 2024
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Celebrar la vida

Pensó que tenía una infección dental, pero le diagnosticaron cáncer y lo venció

La comodorense, Jenifer Quevedo, se enfrentó al peor diagnóstico: linfoma de Hodgkin, una enfermedad por la que murieron dos tíos paternos. Después de un año de quimioterapia, los ganglios desaparecieron y lo celebró junto a su familia.

Su club la invitó al estadio y la recibirán con un regalo

Lo que comenzó como un dolor de muela se convirtió en el año más difícil de Jenifer Quevedo, una joven de 28 años oriunda de nuestra ciudad. Fue una prueba que terminó en victoria y festejo con una caravana desde el hospital a su casa.

Quevedo buscó asistencia médica porque pensaba que el dolor de muela solo se trataba de una infección, pero la médica que la atendió se encontró con algo más: “Me mandó a hacer una tomografía y me salió que tenía ganglios. Ahí arrancó toda la pesadilla”, recordó en una entrevista con el diario Clarín.

Después de dos operaciones en el cuello, llegaron los resultados de la biopsia y su temor se hizo realidad: padecía linfoma de Hodgkin, lo que significa que las células cancerígenas se desarrollan en el sistema linfático. Dos de sus tíos paternos murieron por esta enfermedad.

Su tratamiento se llevó a cabo en el Hospital Regional y luego de varios estudios, comenzó la quimioterapia, aunque tenía un pronóstico negativo. La médica tratante le dijo que su caso “era muy difícil porque tenía 18 ganglios y el 90% del cuerpo tomado”, señaló la joven. Los ganglios aparecieron en el cuello, la ingle, las axilas, el tórax y otras partes.

Jenifer Quevedo no olvida el shock que le causó la noticia y la idea de enfrentar un panorama tan oscuro a pesar de que se sentía bien. La especialista le dijo que tenía probabilidades de superarlo, pero “iba a ser difícil y requería de paciencia para afrontar un proceso largo”.

A pesar de los consejos de terceros, decidió continuar su tratamiento en su ciudad natal, cerca de su familia, que le ofreció tanto sostén como su fe en Dios, pues asegura que es una persona muy creyente.

Su principal fortaleza provino de su esposo Nicolás, de 29 años, y su hijo Nehemías, de 11. Sin embargo, no fue sencillo sobrellevar ese cambio drástico que tuvo su vida. “Un día me levantaba bien y positiva. Al otro, ya no quería levantarme de la cama. Lloraba, estaba enojada y de malhumor, algo que nunca me caracterizó porque siempre le busco el lado bueno a todo. Pero me preguntaba ‘por qué me pasó esto a mí’. Veía a mi hijo y lloraba” recordó.

La pregunta constante de su hijo es lo que más la conmovía: “¿Cuándo termina, mamá. Cuántas quimios faltan?”, y a pesar de ser callado, mostró su apoyo con abrazos y atenciones durante toda esa etapa, lo que la ayudó a sanar. “Mi hijo fue el gran motivo por el que pude salir adelante”, reconoció.

El malestar también estuvo acompañado de la caída de pelo, algo que la joven chubutense también tuvo que aprender a manejar. “Con 28 años, no me quería quedar pelada, andar con pañuelo en la cabeza, no quería nada de eso. Dije ‘qué feo, qué va a decir la gente’”, pensó al principio, pero pronto desechó esa idea, solo quería curarse, aseguró.

Por la gravedad de su enfermedad, tuvo que dejar su trabajo de atención al cliente porque cualquier virus podría matarla. Esto significaba que tampoco podría dedicarse a una de sus actividades favoritas, entrenar. Para no dejar de recibir ingresos, decidió trabajar de su casa, por ejemplo, vendiendo ropa.

Mientras tanto, seguía con las sesiones de quimioterapia, aunque algunas se retrasaban porque siempre tenía que hacerse análisis de sangre previos que no siempre tenían buenos resultados.

Estaba al borde de la desesperación, hasta que el viernes 27 de enero, un día antes de su cumpleaños, la tomografía arrojó un resultado más que esperanzador: “Me dieron la noticia de que faltaba poquito para terminar con las quimio porque se me estaba yendo todo. Fue un hermoso regalo de cumpleaños”, recordó.

La joven recibió una sorpresa en su último día de quimioterapia

Fue un anuncio que la especialista “no podía creer”. “Ni ella entiende cómo me pude curar. Me dijo que había sido un milagro. Yo creo mucho en Dios. Todo este tiempo le pedí que me cuide y me de fuerzas”, remarcó Jenifer Quevedo. Solo faltaba eliminar un ganglio grande en el cuello que desaparecería en poco tiempo; no había rastro de los demás.

El martes, la joven madre fue con su mamá al Hospital Regional a las 8:00 para recibir su última quimioterapia. Su padre llegó después, junto a toda su familia, quienes la sorprendieron en un salón del recinto. Su hijo sostenía un cartel verde, color alusivo a este tipo de cáncer, con el mensaje: “Una leona venció al cáncer. Siempre al lado tuyo. Te queremos mucho.

También tocó la campana, un gesto universal que anuncia que superó la enfermedad. En la salida, la esperaba el auto decorado de su padre, listo para la caravana. “Me llevaron a recorrer todo el centro de la ciudad. En el camino me saludó un montón de gente que me felicitaba. Fue increíble. Por un momento me olvidé todo el dolor que sentía y me encontré totalmente feliz. ‘Vamos’, me gritaban desde los autos”, contó.

El resto de la familia la esperó en su casa con trompetas y bombos. La fiesta incluyó cantos de su quipo, Huracán de Comodoro Rivadavia. La celebración llegó hasta el club, que la invitó al estadio: “Te esperamos en el Industrial con un regalo para vos”, anunciaron en sus redes sociales. Jenifer Quevedo volverá este domingo al estadio César Muñoz, donde veía los partidos con su esposo y su hijo, uno de sus lugares favoritos que no había podido visitar durante su tratamiento por el malestar o por el frío.

El último paso en este trayecto es la Tomografía por Emisión de Positrones (PET), que comenzará en julio, después de un mes de descanso. “Es un tratamiento de radioterapia durante un mes que sirve para sacarte del cuerpo las células que mató la quimioterapia para que no queden residuos. Los primeros días de julio arranco con eso. Pero me dijeron que iba a ser menos invasivo”, explicó

Al llegar a este punto, Jenifer Quevedo hace un recuento de su experiencia: “Vi desde nenes chiquitos hasta abuelitos sufriendo, es terrible”, pero aseguró que su fuente de esperanza es inagotable: “Hay que agarrar fuerzas donde no las tenemos y saber que Dios en algún momento va a poner las cosas en su lugar para que termine todo”.

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