Las compras con tarjetas en las cadenas crecieron 10 puntos en dos años.
Los señales sobre el consumo masivo siguen siendo tenues y dispares. Si bien el Gobierno salió a celebrar el aumento del 8,9% interanual de las ventas en supermercados en abril, otros datos oficiales muestran un escenario menos alentador. No solo porque las ventas cayeron un 2,9% interanual en los mayoristas, sino también porque las familias se endeudaron más para hacer las compras con changuito.
Según el INDEC, las operaciones en supermercados con otros medios de pago -como las billeteras virtuales- representaron el 11,6% del total; las compras en efectivo, el 15,3%; y las efectuadas con tarjeta de débito, el 26,7%; mientras aquellas con tarjeta de crédito acapararon el 46,3%. Así, las ventas por esta vía se convirtieron en la principal forma de pago, con un total de $ 915.093 millones.
De esa manera, la participación de dichos plásticos en el total de compras en supermercados reflejó un incremento de 3 puntos respecto del año pasado (43,6%) y un salto de 10 puntos en relación al 2023 (37,4%). El uso de las tarjetas se vio alentado por las promociones bancarias, con descuentos de hasta el 30%. Pero los especialistas alertan por los límites para financiar el consumo diario.
«La gente se está endeudando para pagar gastos corrientes, como alimentos, y eso no es adecuado porque la deuda debe financiar gastos no frecuentes. Si bien el mayor uso de tarjeta puede estar influido por promociones, hay muchas más con billeteras (Cuenta DNI, MODO, Mercado Pago) y, sin embargo, el financiamiento con tarjeta crece», dijo Agustín Lodola, economista de la Universidad Nacional de La Plata.
El mayor endeudamiento para compras del día a día se da en medio de unaeconomía que se recupera en forma errática después de la fuerte caída del año pasado producto del plan de ajuste de Javier Milei, mientras los salarios siguen sin recuperar el poder de compra perdido y crece la mora en el pago de préstamos personales. Así, pese a la baja de la inflación en mayo al 1,5%, hay dudas sobre el consumo.
La devaluación de abril y el «techo» del 1% a las paritarias tuvieron su impacto. Según datos de Trabajo, el salario medio real del empleo en relación de dependencia del sector privado se redujo 1,6% mensual en abril y acumuló tres meses consecutivos de caída, revirtiendo la mejora registrada desde noviembre. A su vez, el nivel de empleo registrado en las empresas relevadas cayó 0,2% mensual.
«En febrero, marzo y abril, el salario real privado tuvo una caída punta a punta del 4% por la aceleración inflacionaria esperada, y eso golpea a la actividad por el consumo agregado. El gobierno tuvo el objetivo de que el salto cambiario e inflacionario no indexe, y eso lo hizo anclando salarios, lo que se notó en un menor poder adquisitivo», dijo Gonzalo Carrera, economista de Equilibra.
En ese marco, Analytica espera una mejora de los salarios por la menor inflación, pero desde un piso bajo. «Su nivel va a seguir oscilando en valores bajos respecto a los últimos años, con un límite claro a la recuperación del consumo. Si miramos los ingresos familiares es aún más marcado por el nivel de las jubilaciones y el comportamiento del mercado laboral», explicó el director de la consultora, Claudio Caprarulo.
Según un informe de Kantar, la recuperación del consumo se siente más en los sectores medios y altos que en los hogares de menores ingresos. “En el primer bimestre, sólo un 5% de las categorías de productos crecieron en volumen dentro del nivel socioeconómico bajo inferior, frente a un 79% en el alto y medio”, afirmó Esteban Cagnoli, managing director de la división Worldpanel de Kantar.
Otros estudios destacan un cambio en las tendencias de consumo que explicarían por qué las ventas de los supermercados se mantienen un 9% debajo del nivel del 2023. Según AnData, esto se debe a la recomposición parcial de volúmenes, ajuste de márgenes y modificaciones en la estructura de la demanda, donde los supermercados tradicionales pierden relevancia.
Entre otros factores, la consultora menciona la eliminación de Precios Cuidados, que afectó a los supermercados; una caída notable en bebidas y productos frescos y un leve retroceso del rubro almacén; y la fragmentación de hábitos de compra, la pérdida de poder adquisitivo, y un giro hacia canales más flexibles, personales y próximos (autoservicios, verdulerías, carnicerías y tiendas).
«Desde 2017 para acá, la producción de alimentos creció poco y el consumo de supermercados cayó 20%. La hipótesis es que hay un desplazamiento de canales de consumo: más comercio de proximidad, más tiendas especializadas, dietéticas, por ejemplo. Y un cambio demográfico muy grande, que es la caída de la natalidad desde 2014», explicó Daniel Schteingart, director de Planificación Productiva en Fundar.