Miguel tiene 42 años y quiere terminar la secundaria. Es portero de una escuela cordobesa y fuera de su jornada laboral ingresa a clases con su hija.
Padre e hija comparten más que el aula en el Cenma “Antonio Sobral” de Laboulaye. Sus caminos se unieron y van juntos tras el sueño de concluir una etapa de la vida. Se llama Miguel Rodríguez y es el encargado de mantenimiento de la escuela, quien dice que se entusiasmó escuchando las clases desde afuera.
El año pasado, Miguel empezó a trabajar como auxiliar limpiando las aulas del colegio. Ahora continúa con sus tareas de mantenimiento y también asiste a clases junto a su hija María Celina: la semana pasada iniciaron el primer año de la escuela secundaria.
“Me generaba curiosidad todo lo que sentía que se hablaba y pensé ‘por qué yo no’. Entonces hablé con las docentes y les pregunté si trabajando yo podía estudiar, y me dijeron que sí. Este año me anoté y ocurrió que mi hija también se entusiasmó”, contó el hombre de 42 años al diario Puntual de Río Cuarto.
Desde que comenzaron las clases, Miguel reparte las horas de su día entre el trabajo y el estudio: cuando culmina su horario laboral regresa a su casa a comer y asearse, y vuelve a la escuela para formar parte de la comunidad de estudiantes.
“Soy el primero en llegar porque tengo que dejar todo listo, y el último en entrar al aula. También de irme del colegio. Porque una vez que se termina tipo 23:30, se cierra el colegio y me voy”, relató.
Miguel, que también es árbitro en la Liga Regional de Canals, está motivado por tener de compañera a su hija: “Nos acompañamos. Aunque recién estamos en los primeros días, seguro vamos a estudiar juntos. Y mi esposa está con ganas también de volver a estudiar”, concluyó en diálogo con el diario Puntual.