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jueves, abril 24, 2025
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El milagro de una niña que llevó a la beatificación de Fray Mamerto Esquiú

Fray Mamerto Esquiú fue consagrado este sábado beato en la explanada de la iglesia de Piedra Blanca, a pocos metros de la casa de adobe donde nació en 1826, en Catamarca.

Emma la nena del milagro estuvo presente en la ceremonia

Fray Mamerto Esquiú fue consagrado este sábado beato en la explanada de la iglesia de Piedra Blanca, a pocos metros de la casa de adobe donde nació en 1826, en Catamarca, luego de que la Comisión Teológica de la Congregación para la Causa de los Santos del Vaticano dio por aprobado el milagro de la cura de Ema, una niña recién nacida con osteomilietis femoral grave en Tucumán.

Emmita Pacheco Paz nació el 20 de noviembre de 2015. El problema surgió cuando decidieron llevarla a casa. El diagnóstico era osteomielitis crónica por bacteria.

Su piernita izquierda estaba hinchada desde el tobillo hasta la pelvis. Tenía fiebre. No paraba de llorar y los antibióticos no lograban vencer tres focos de infección: el tobillo, la cadera y el fémur.

Durante todo un mes su mamá Ana no conoció otra postura que la de la silla dura de la sala de espera, desde las 7 hasta las 23.

A la primera operación para limpiarle el hueso del muslo que se llenaba de pus le siguieron tres más. Mientras tanto el diminuto cuerpo de Emmita se martirizaba con sondas, drenajes, catéteres y punciones.

“Era muy doloroso ver a mi hija en ese estado. Estaba pálida y desmejorada, peladita y con una vía en la cabeza. El 23 de diciembre nos permiten que la llevemos a casa por primera vez, a pasar la Navidad.

Pero eran tantos los remedios que teníamos que darle por boca que ni ella ni yo dormíamos en toda la noche”, recuerda.

El 14 de enero, el doctor Carlos Juárez, el traumatólogo que la atendía, le regala una estampita con la imagen de fray Mamerto Esquiú a quien ella no conocía.

La imagen tenía una reliquia que era un pedacito de tela que había tocado el corazón incorrupto del ahora beato (antes de que se lo robaran).

“Yo le pasaba la estampita por la pierna mientras le rezaba. Yo no sabía qué prometerle, sentía que no tenía nada para ofrecerle, solo mi fe. Así que yo le decía ‘fray Mamerto, no te ofrezco nada porque no tengo, sólo te pido que le hablés a Dios de mi hija’”, explica.

“Unos días antes de que me regalara la estampita volvimos al consultorio del médico con la resonancia, la tomografia y la radiografía.

Él se agarraba la cabeza y decía: ‘no me gusta esto. Llevala a la Neo que quiero verla ahí’. Yo temblaba porque sabía que me la iba a operar y ella todavía tenía los puntos de la última cirugía.

No tenía ni un mes de vida. Aún no estaba el resultado de la biopsia. La infectóloga me aconseja que no la lleve, y me vuelvo a la casa.

A los pocos días, vengo a control con una nueva radiografía y el médico se vuelve a agarrar la cabeza pero esta vez dice no puedo creer, el hueso estaba para amputar y ahora está limpio”, recuerda.

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