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sábado, julio 27, 2024
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Historias

Durante 40 años buscó a su padre biológico, descubrió la verdad gracias a un hermano y hoy tiene su apellido

Gustavo Scopp creció con su mamá y sus abuelos, y desde la niñez sintió curiosidad por su origen paterno. No hubo respuestas concretas hasta sus 17, después la verdad quedó en pausa por dos décadas, y recién en 2023 obtuvo la sentencia que confirma su identidad.

Gustavo tiene 43 años, y la búsqueda de su identidad atraviesa prácticamente toda su vida. La curiosidad por una historia que no cerraba empezó cuando iba a la primaria, y una pregunta de la maestra lo dejó perplejo. Recién a los 17 recibió más respuestas, y se propuso buscar a su padre biológico, aunque en un primer intento nada salió como esperaba. Las siguientes dos décadas optó por creer en la única versión que conocía, hasta que retomó la investigación y alguien le respondió del otro lado del teléfono. Cuando creía que estaba cerca de la verdad, y se aproximaba un análisis de ADN, los hechos dieron un inesperado giro y debió comenzar otra vez desde cero. La gran revelación al fin llegó, descubrió que tiene tres hermanos, y después de sortear algunos obstáculos en la Justicia, logró que en su documento figure su verdadero apellido. En diálogo con Infobae, cuenta en detalle cómo fue el proceso y el cambio transformador que significó.

“Cuando empezás a detectar cosas que no cierran, necesitás llegar al fondo de la verdad, porque sino es como que siempre te falta algo, y así surge todo esto, con esa sensación”, anticipa. Tiene la esperanza de que dar a conocer su vivencia le sirva a otras personas que estén pasando por situaciones similares, y se brinda desde la transparencia y la honestidad. Amable en todo momento, aclara que transitó un camino intenso durante 40 años, y que ahora que el misterio está resuelto, lo puede narrar desde la gratitud, y no con el dolor que sentía antes. “Cuando era chico vivía con mi mamá y mis abuelos en la misma casa, y yo sabía que no tenía un papá, pero nunca me decían por qué no estaba o por qué no tenía un papá”, expresa.

Un día en la escuela, cuando tenía 9 años, cada niño debía contar a qué se dedicaban sus padres. “No sabía que responder, así que dije: ‘No sé qué hace, no tengo papá’, y la maestra me decía que no podía ser, que yo tenía un apellido, y que a alguien correspondía; así que cuando llegué a mi casa le pregunté a mi mamá”, rememora. La conversación se terminó casi antes de empezar, y notó que no era un tema que su madre quisiera profundizar. “Insistí tanto preguntándole quién era mi papá, que en un momento me dijo: ‘Tenés mi apellido porque tu papá no quiso saber nada con vos’, esa fue la explicación”, cuenta. Durante un tiempo dejó de preguntar, hasta que falleció su abuelo y sintió un gran vacío.

“Para mi él fue la figura paterna, y cuando no estuvo fue más fuerte el deseo de saber qué había pasado con mi papá”, indica. Tenía 17 años y volvió a pedirle a su madre que le diera más información. “Me contó que había tenido una relación con médico, que estaba casado, que se enamoró, tuvieron un encuentro y quedó embarazada, pero que esa persona no se había querido hacer cargo”, comenta. Aunque fue un impacto escuchar nuevamente que aquel hombre no había querido ni intentado formar parte de su vida, por dentro solo pensaba en contactarlo. “Quería saber su nombre, quería verlo, y le pregunté a mi mamá si tenía algún teléfono o una manera de llegar a él”, relata.

La verdad o nada

“Con 17 años no se me ocurría qué hacer, tenía un padrino que era abogado y le hablé del tema; me decía que mi mamá nunca había querido iniciar ninguna acción legal, que mi padre era un cobarde y ella no quería tener ni diálogo ni ningún tipo de vínculo, y elegí creer en lo que me decían”, manifiesta. La angustia se combinó con impotencia, y poco a poco trató de convencerse de desistir. “Nunca se me ocurrió por ejemplo preguntarle a mis abuelos, realmente no sé por qué, después falleció también mi abuela, más adelante me independicé y estuve mal por casi 20 años, donde no intenté más nada”, se lamenta.

Siempre trabajó en el rubro de comercio durante largas jornadas, y el gran cambio se produjo cuando dejó fluir su faceta artística. Como pianista guitarrista empezó a dar clases, a manejar sus propios horarios, y tuvo más tiempo libre. A su vez, en los talleres de canto forjó un grupo muy unido, que se convirtió en su apoyo emocional. “Llegué a un punto bastante crítico, donde me hice un replanteo, porque había mejorado mi situación laboral, estaba más contento con mi vida, pero todo lo demás seguía ahí, sin que yo pudiera superarlo, y decidí poner en Google el nombre y apellido del médico que mi mamá me había mostrado dos décadas antes”, detalla. Los resultados arrojaron la dirección de un consultorio, una foto y un teléfono de línea.

“Llamé, y atendía un contestador automático que confirmaba que era el consultorio de ese médico, y dejaba un celular para contactarlo”, cuenta. Volvió a tomar valor y marcó a ese número, y la persona lo atendió. “Hablamos, le conté el motivo de mi llamado, y estaba muy sorprendido, pero me explicó que había tenido un ACV hacía poco y que tenía algunas secuelas, que no recordaba del todo algunas cosas, y que le diera más información para que él pudiera chequear quién era mi mamá”, revela. Intercambiaron dos llamados más durante el mes, donde Gustavo le brindó especificaciones, desde el nombre completo de su madre, hasta el dato de que había sido una paciente en el año 1979.

“Me dijo que conservaba una agenda donde figuraba una mujer con ese apellido, que podía ser, y al principio estaba todo bien, aparentemente estaba dispuesto a conocerme, pero al poco tiempo cambió totalmente la postura y me dijo que no quería avanzar, que no quería tener problemas con su esposa, y que yo estaba en todo mi derecho de hacer alguna cuestión judicial, pero que él no quería hacer más nada”, cuenta. Esas palabras fueron desconcertantes, casi agónicas, como si todos los esfuerzos hubieran sido en vano. Pero ya había recorrido tanto, que optó por asesorarse con una abogada de familia, para conocer sus opciones. En el taller de canto le recomendaron una letrada especialista en el tema, y comenzó otro capítulo, el más esclarecedor.

“La abogada miraba la foto de él, me miraba a mí, y me decía que no había mucho parecido físico, y me explicaba que al haberse negado a avanzar, mi única alternativa era iniciar un juicio de filiación, pero que antes de eso hablara con mi madre y le preguntara si estaba 100% segura de que este señor era mi padre, porque en caso de no ser asi, podían hacerle un juicio a ella o iniciarnos acciones por daños y perjuicios”, señala. Con absoluta sinceridad confiesa que no se le cruzó por la mente ni por un segundo la respuesta que obtuvo cuando volvió a sentarse con su mamá en búsqueda de la confirmación.

“Como era médico, me han llegado a mostrar comprobantes de que él los atendió, otra persona que fue al club con él, que compartió momentos con él, y así me pasan cosas loquísimas. Como no tuve la posibilidad de tomar un café con mi viejo, me aferro a sus fotos, videos de conferencias que dio, y la música también me sirve como descarga y fuente para fortalecerme, porque la música trasciende todo, hasta las mentiras más grandes”, sentencia. Hace poco le dedicó un posteo a su papá, y sus palabras hablan por sí solas: “Me gustaría poder darte un abrazo y preguntarte si estas orgulloso de mi, que hablemos de proyectos y me des consejos; descubrir que fuiste mi papá fue una de las cosas más lindas que me pasaron en la vida, y me diste un montón, sin ninguno de los dos saber que éramos familia. Me diste a mis hermanos, sobrinos y cuñados, esta gran comunidad Scopp a la que siempre voy a defender. Me siento pleno e importante estando siempre disponible para cada uno de ellos y no me siento más solo, de esa forma la balanza se mantiene en equilibrio. Nos volveremos a ver, seguí siendo parte del aire”.

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