Bernarda Cousillas comenzó a coleccionar gracias a una tarjeta de teléfono que compró para hablar con su mamá. 28 años después de aquel inicio, aún sueña con ingresar al libro de los Récord Guinness.
En Rojas, un pueblo silencioso y cercano a Pergamino, vive María Bernarda Cousillas, una mujer de 34 años con una fascinación única: coleccionar tarjetas. Esa pasión inició cuando tenía seis y la llevó a recolectar tantos plásticos como historias, memorias y sueños que forman parte de su tesoro.
Su inicio como coleccionista ocurrió de forma casual durante un viaje a Buenos Aires con su padre. Compraron una tarjeta de teléfono, con la figura de Blancanieves, para poder llamar a su mamá, que se había quedado en Pergamino. Aquella elección le generó un impulso, el cual marcó el inicio de una obsesión que considera sana y que no solo perdura sino que crece de manera constante.
En diálogo con TN, Bernarda compartió la evolución de sus colecciones a lo largo de los años. Desde llaveros y lapiceras con publicidades hasta stickers de frutas y gomas de borrar con formas. Su afición, tal como expresó, ha pasado por distintas fases. Sin embargo, las tarjetas son su principal tesoro.
“Un coleccionista se apasiona por su colección. A mí es algo que me genera felicidad, que me llena el alma. Yo estoy en un local y estoy mirando la billetera de alguien para ver qué tarjetas tiene. Solo con verlas me da felicidad”, indicó Bernarda.
La última vez que las contó, el número merodeaba las 1100 tarjetas, guardadas prolijamente en álbumes con separadores, ordenados por temáticas. Tarjetas de crédito, de débito, de supermercados, de juegos, de teléfono, licencias de conducir, documentos de identidad, entre otros, forman parte de su reliquia.
“Siempre lo mantuve en mi círculo íntimo. Hasta esta nota a ningún desconocido le decía que colecciono tarjetas, porque me juzgan o hablan sin saber. Y para mí es importante, es una pasión que tiene un valor y la deseo proteger”, sostuvo Bernarda.
La manera en que adquiere sus tarjetas es tan especial como su colección. A diferencia de otros coleccionistas, ella no compra ni busca activamente en el mercado. En su caso, todas las tarjetas, desde las de teléfono hasta los DNI, le son regaladas por amigos y familiares. Donadas por conocidos que conocen su constante búsqueda y desean participar activamente en ella. Este acto de regalarle tarjetas, que de otra manera serían desechadas, posee un valor sentimental inmenso para ella.
Bernarda se animó a exhibirlas hace algunos días, gracias a la insistencia de sus primas, quienes la alentaron a publicar un video en TikTok mostrando su colección. El resultado fue sorprendente: el video se volvió viral y atrajo la atención de coleccionistas de todo el mundo.
Las repercusiones del video han sido abrumadoras para ella: la contactaron y le compartieron historias similares. También le ofrecieron tarjetas para enriquecer su colección. Entre ellos, un uruguayo que colecciona latas de cerveza y cajas de whisky, quien también guarda tarjetas y que, antes de tirarlas, se ha conectado con Bernarda para intercambiar experiencias y tarjetas.
“Tengo un método infalible”, detalló, en broma, al hacerse cargo de su simpatía a la hora de relacionarse y la empatía que genera entre quienes no la conocen y aún así desean contribuir a su causa.
“Conservo una lata especial en la que guardo todas las que están repetidas, por si en algún momento encuentro a alguien que también coleccione y quiera cambiar”, reveló. “Nunca estoy en la búsqueda de una tarjeta especial ni pienso invertir en esto”, agregó.
Bernarda recordó que en la empresa en la que trabaja, apenas entró, un compañeró escuchó que coleccionaba tarjetas. “Un día se me acercó un compañero y me dijo que había llamado a su mamá, que vive en Buenos Aires, para pedirle que le enviara 27 tarjetas de pulso para mí. Son tarjetas que ya no existen, muy importantes”, contó.
Aunque su sueño de obtener un Récord Guinness aún no se ha esfumado, María Bernarda se muestra feliz y emocionada por el apoyo y la conexión que ha encontrado con otros coleccionistas. Su historia es un recordatorio de la belleza y la magia que puede surgir cuando se comparte una pasión tan singular como infinita.
“Estoy feliz, es algo que aún no puedo creer. Fue como sacarme un peso de encima, porque nunca me animé y ahora gracias a mi prima pude sacar todo a la luz. También estoy contenta porque noto que hay mucha gente como yo, apasionada por las colecciones, y es hermoso. Realmente logré liberarme”, completó.